domingo, 21 de abril de 2013

DE MADONNA A MADONNA’: IMAGINARIOS DE LO FEMENINO



DE MADONNA A MADONNA
DA2 SALAMANCA: 01/03/13-05/05/13
(artículo original publiado en 'arte10.com': http://www.arte10.com/noticias/index.php?id=429)

Hasta principios de mayo puede verse en el DA2 de Salamanca “De madonna a Madonna” una exposición que, como bien reza el título, pretende dar cuenta del imaginario de lo femenino en los últimos siglos, así como transitar por las políticas de la identidad más acordes para la construcción de una subjetividad (ya sea la femenina o cualquier otra) capaz de escapar a la mirada ideológica y remitir a una verdadera emancipación.

Bien puede decirse que las últimas décadas del siglo pasado y lo poco que llevamos de éste han concedido un papel destacado a la víctima como identidad privilegiada. Desde ahí, desde esa construcción, se han podido enarbolar discursos que tiene en lo otro y en la diferencia su razón de ser hasta hacer de la propia víctima el sujeto postmoderno ideal.

En ese “cuidado del otro” con el que casi la totalidad de los discursos postmodernos han venido a confluir, la noción de víctima -como un otro despojado de toda su dignidad y cuyo equipaje únicamente lo forma una memoria a cuidar por todos- se ha convertido en el campo de batalla de todas las políticas.

Pero si ha habido una víctima primera y principal en la historia esa es, sin duda alguna, la mujer. Construida su identidad a rebufo de un statu quo sociopolítico cimentado sobre un falocentrismo no ya solo estratégico sino fundacional, la mujer quedaba remitida a ser un paria, un sujeto sin derechos ni dignidad. En las últimas décadas, cómo decimos, la lógica microfísica de los poderes ha ido desvelando los mecanismos ideológicos de una sociedad que trazaba sus márgenes de exclusión desde la primacía del patriarcado, dando la voz y la palabra únicamente al hombre.

Paco Barragán, comisario de la exposición, ha dispuesto una magnífica exposición donde se hace un repaso a la imaginería que ido rodeando a la mujer como constructo social. De madonna a Madonna, el título de la exposición, deja poco lugar a la duda: la imagen que la mujer ha tenido de sí misma, la que se le ha ido permitiendo y permite, marca un recorrido donde la remisión al modelo mariano de la Virgen y al icono pop ochentero marca un antes y después en la imaginería popular femenina.


 
Si el subtítulo remite a una deconstrucción de lo femenino ((De)construcciones de lo femenino en la sociedad contemporánea) esto no es simple moda terminológica: de lo que se trata no es solo de hacer un repaso más o menos logrado de la imagen de la mujer, sino de generar un discurso capaz de abrirse, verdaderamente, a lo otro. Y si decimos verdaderamente es porque la aparente normalidad que el rol femenino atesora en la actualidad no responde sino al germen todopoderoso de una lógica del capital imposible de sortear. No es que queramos ponernos estupendos ni mucho menos echar por tierra la labor de estas políticos de la diferencia que han aunado fuerzas para establecer cuotas de visibilidad para la mujer inimaginables hace apenas unas décadas. Pero lo cierto es que tales cuotas han sido logradas, las más de las veces, merced a una mediación consensuada vía beneficios del capital. Y es que, pensamos, no se trata de que el olvidado o silenciado sea integrado en un cuidado de la víctima donde simplemente se le representa, sino que a dicha víctima se la dote de palabra.

Ser consciente de que una apertura a ese otro solo puede venir dada por una lógica alternativa a la del capital es la labor de la deconstrucción: remitiendo a un acto de responsabilidad ante la imposibilidad de decirlo todo, a una responsabilidad con lo radicalmente otro, la deconstrucción alude a un todavía-por-venir, al sentido estructural de una promesa, a una invención constante del otro. Así, si hacia algún lugar remite la deconstrucción es a prepararse a la venida del otro: saber decir “ven” al otro y saber responder “ven” al otro. Como dice Derrida, “una vez más, en este caso como en otros, en todas partes donde hay deconstrucción, se trataría de unir una afirmación (en particular política) a la experiencia de lo imposible, que no puede ser más que una experiencia radical del puede-ser”.

Es en este poder ser pero aún no donde queda amparada una identidad del otro siempre inventada según las necesidades no solo de integrarse en la lógica continuista e hiperpresente del capital, sino atenta a una palabra siempre en envío, abierta siempre al futuro de lo por-venir.


 
Así pues, las obras aquí seleccionadas representan una imagen de la mujer acorde a cada tiempo –desde el siglo XV hasta la actualidad- pero también despliegan una mirada crítica en referencia a la ideología que ha ido dirigiendo la construcción de lo femenino. Para ello la exposición se divide en cuatro secciones. La primera sección, ¡Quiero ser santa, quiero ser beata!, alude a la determinante relación mujer/religión que ha venido en dar por válido una imagen preclara de la mujer durante siglos: bajo el peso de un modelo de virtuosismo como el de la Virgen María, la mujer quedaba cercenada en esa escala aberrante. Porque no era solo un modelo a seguir sino que, y más que nada, era la escusa perfecta para reducir a silencio a aquel que no llega, que es pecador, que es inútil: la mujer.

Madre y muñeca: entre el mito de la maternidad y el timo de la belleza, la segunda sección, explicita que, aunque bajo coordenadas diferentes, la armadura de lo femenino poco ha variado: si la escala mariana sentenciaba a quien era preferible mantener callada, la nueva escala de la belleza se torna baremo preciso con el establecer una nueva distancia. Un canon de belleza esclavizante es la medida de quien puede tener voz en esta sociedad de consumo y quién no. Es decir, autodefinirse como mercancía es el camino para ser integrada en el sistema. Y, como antes, un mismo mantra: no defraudar, estar a la altura.

La tercera parte, DIY: instrucciones para una mujer mutante en la era ‘post’, quizá sea la que más ahonde en la necesidad de una constante recreación de las identidades –y, por ende, de la mujer en particular y del otro en general. Basándose en la teoría queer de Judith Butler, se ahonda en la idea de que el sexo es también, y casi antes que nada, un constructo social. No es que el sexo no exista sino que como tal es un dispositivo mediante el cual el género se ha estabilizado dentro de la matriz heterosexual. Revirtiendo una ideología del sexo como constructo que determina el género y el elemento performativo del mismo, Butler estipula que este apriorismo de lo sexual se traduce en una regulación normativa de la persona y la sociedad.

Alterar entonces la lógica binaria del género supondría una alteración en las relaciones de poder que dan pábulo a la normatividad del sexo y, por ello, hacer de la mujer, de su lucha por acaparar visibilidad, un significante político. Como corolario último, la deconstrucción de lo femenino remite a un campo topológico de lo posible donde masculinidad y feminidad no son ya compartimentos separados por la ideología sexual y binaria del género, sino que pueden ser distribuidos, encarnados, combinados y resignificados de formas contradictorias y complejas en cada sujeto.


Por último, la exposición se cierra con una reflexión acerca de la poca presencia de la mujer en el mundo del arte. Y es que, cómo no también, el arte ha repartido sus cartas siempre bocarriba sin ocultar que es él, el genio, el portador de todas sus bondades. Otra historia, la del arte, también deconstruida, espera a ser contada.

En definitiva una exposición necesaria no ya solo para recapitular y repetir sambenitos políticamente correctos sino, antes que nada, para saber que continuar el camino solo pasa por una mirada deconstruida que medie siempre entre un “otro” olvidado y un “otro” adiestrado en el mirar político consensuado. Es decir, una exposición que remite a la única posibilidad que nos queda: inventarnos estéticamente según una distancia emancipadora.my es que, ahora más que nunca, ‘ser’ es ‘inventarse’ en una distancia sin códigos ni modelos dados.

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