jueves, 7 de junio de 2012

NACHO CRIADO: AGENTES COLABORADORES


NACHO CRIADO: AGENTES COLABORADORES
MNCARS: 05/05/12-01/10/12
           
           (artículo publicado en 'Arte10': http://www.arte10.com/noticias/index.php?id=414)

Dos años después del fallecimiento de Nacho Criado (Mengíbar, Jaén, 1943 – Madrid, 2010), dos exposiciones retrospectivas dan fe de quien fue uno de los pioneros del arte experimental español. Con sede en el Palacio de Velázquez y el Palacio de Cristal, las muestras recorren sus más de cuatro décadas de trabajo, la pluralidad de medios utilizados (instalación, escultura, fotografía, vídeo o arquitectura) y su interés en el arte como proceso temporal.

         Quizá lo primero a comentar es que, si ambas exposiciones se nos antojan merecidas y necesarias, el emplazamiento –el Palacio de Cristal- atesora el poso de haber servido de contenedor a dos exposiciones de Criado, una allá en 1977, cuando por aquí no se tenía mucha constancia de lo que era una instalación, y en 1991, donde presentó dentro de una exposición titulada Piezas de agua y cristal, la pieza No es la voz que clama en el desierto, verdadero testamento en vida de las hondas reflexiones y preocupaciones estéticas que ocuparon a Nacho Criado y de la cual, después de desaparecida, se ha reconstruido para regresar de nuevo al Palacio. 

El comentario quizá sea somero, pero da buena cuenta de la importancia de un artista con una trayectoria de primer nivel, Premio Nacional de Artes Plásticas en 2009 y representante español en la Bienal de Venecia de 1977.

Pese a que para muchos, en un primer momento, su trabajo cabía cifrarlo como de minimalista, la toma de posición de Criado estuvo amparada por la contestación a las aporías en que pareciera incurrir la propia práctica minimalista a finales de los 60. Partiendo de ideas traídas del arte póvera, tomando en consideración los movimientos reivindicativos que pretendían desasirse de los encorsetados campos teóricos del minimalismo y el conceptualismo –y sin olvidar la labor escultórica de artistas como Jorge Oteiza, Eduardo Chillida o Julio González-, Criado irrumpió con fuerza en el panorama español apostando por estrategias como el arte procesual, acentuando así el carácter de no acabado de la obra de arte y la gesta antimoderna de toda la producción artística creada desde entonces.


El propio título genérico de las muestras nos da una idea de la preocupación principal de Criado: el tiempo. “Agentes Colaboradores” alude a ese trayecto de una y vuelta donde el artista propone y los medios materiales y físicos disponen. Termitas, hongos, el tiempo físico y cronológico: agentes que, más que destructores, colaboran con el artista en el acabado (imposible e infinito) de la pieza.

Criado, sentando como decimos sus bases en el giro antimoderno que ya quedaba consolidado a mediados de los 60, toma posiciones en las dicotomías que más profundamente han marcado el desarrollo del arte: materia y forma, autoría, construcción y destrucción, idea y forma, tiempo y devenir. Si su trabajo se resuelve como fundamental es porque fue un pionero a la hora de dar forma a una nueva manera de comprender el  arte y las relaciones teóricas y prácticas que generaba.


De sus primera piezas de maderas carcomidas como por ejemplo YZ (1968), hasta In/digestión (1973-1976) donde propone un ejemplar de La Gaceta del Arte expuesta a la acción de polillas o, más recientemente, la propia obra No es la voz que clama en el desierto (1990), el grueso del trabajo de Criado trata de fagocitar la unicidad sobre la que antaño pareciera descansar plácidamente el arte. Oponer la obra acabada a una obra dejada al azar de los inconvenientes, donde la trampa y la mentira (De trampas y mentiras, 1999) rodean un señuelo mientras la obra pareciera estar, siempre, en otro lugar, otra parte.

En definitiva, la importancia crucial de Nacho Criado radica en llevar el arte español a la senda por la que ya discurría el arte más internacional. Un trabajo que bebe de las fuentes más originales del arte nacional pero que es capaz de hallar sustento en la influencia de artistas diversos y multidisciplinares como Duchamp o Rothko, que conjuga el povera con lo conceptual, que hace del minimalismo únicamente una treta por la que dejar destilar la temporalidad en constante devenir.

No ya plegarse a los dictados de lo representacional, no ya encallar en la rémora constante de un tiempo comprendido siempre como presente, sino, más bien, tratar la fugacidad de todo acontecimiento, entablar diálogo con las potencias de lo virtual. No tanto mostrar sino señalar la huella, la fuga de un acontecimiento que se evade de su sola presencia. Eso, precisamente, es el arte, señalar el escapismo de un tiempo que se nos va de las manos, incidir en esa diferencia post-estructuralista que hace del tiempo siempre una serie que s ebifurca hacia el pasado y hacia el futuro.

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