lunes, 13 de junio de 2011

LA GRAN BOUTADE



JAVIER ARCENILLAS
GALERÍA ARANA POVEDA: 02/06/11-27/07/11

Debería de haber quedado claro, de hecho debería de haber quedado bastante claro. Si el arte tiene alguna posibilidad de resistencia, esta debe de evitar –de forma taxativa y tajante- toda simulación efectista basada en la realidad. Dicho sea de otra manera: si quieres un coche en tu obra, vas y traes un coche. No te pones a hacer un coche –el do it yourself funciona como pleonasmo de las estéticas de la basura, del accidente y lo retro-kitsch. O, de igual manera, no te montas una escena del crimen, sino que la traes ya contigo –he ahí la capacidad del artista. .
El arte, en la era de lo postconceptual, trabaja con ideas, con conceptos, y, para ello, qué sea la realidad importa “solo” como baremo con el que medir el impacto. Toda obra –si es obra de arte y ninguna ‘obra’ de arte puede dejar obra ‘de arte’- crea una fractura en la realidad, una microfisura en el tegumento disciplinante, un shock. Apelar para ello a realidades ontofácticas, a eventos consuetudinarios es tan insustancial como innecesario. Pero ya el colmo, una boutade que creíamos nunca íbamos a ver, es el plantar en medio de la galería la escena de un crimen, la representación medida y mediada de un asesinato.
Y es que ya da un poco lo mismo: el efecto es el efecto y casi lo único que importa. Si no tenemos juegos de espejos, nos montamos una opereta de salón, un tiroteo con bandas latinoamericanas y tenemos ya nuestra pseudo-tragedia.
Cómo funciona hoy en día la representación es complicado -lo entendemos; que cualquier cosa valga para sacar al endomingado medio y sacudirle en su conciencia, es un trabajo tan burdo como fácil. Pero lo peor no es eso, ya que es tan cándido e inocente el escenario que apenas se puede ver en ello efluvios de juego ideológico alguno. Lo peor es que denota una confusión tan palmaria que da buena fe de que, en el arte contemporáneo de hoy en día, la boutade chabacana se confunde con la disidencia política y el despertar de las conciencias de una forma tan rancia y agotada que produce arcadas el solo verlo planteado.
Y lo peor es que las obras de arte que ni son obras ni son arte también tienen su efecto: el operar como dispositivos al servicio de las estrategias de disolución de cualquier forma de resistencia. Y es que, ¿qué le va a quedar al arte sí el mismo confunde sus estrategias con las del enemigo?


La obra en sí, la de Javier Arcenillas y expuesta en la Galería Arana Poveda dentro del festivalote de Photoespaña, es un docudrama, un folletín que narra las realidades de una Latinoamérica que se desangra allá por donde mires. Muchos jóvenes ven en la posibilidad de trabajar como sicarios la única salida a un futuro que se escribe solo con la desesperanza de saberse acabado y asesinado a una edad media de 25 años. Pero es que es eso… o la más absoluta de las nadas.
O tenemos fe –sí, fe- o no tenemos, cerramos el chiringo y nos hartamos de feriantismo y bienalismo hasta morir desalentados. Pero si tenemos, sí pensamos aún que el arte vale para algo, es útil, tiene alguna función que no sea la del propio autobombo, no es que ya sea de todo punto pertinente buscar otra lógica para lograr el antes nombrado shock que debe producir toda obra de arte, sino que se hace innegociable romper con formas anquilosadas de continuismo, de “tocar el corazoncito” del espectador, su bien aprendido adoctrinamiento en las formas ideológicas del tardocapitalismo y de provocar la ya más que nula y bien aprendida indignación con el sistema.
Si Benjamin decía que la misión no era decir sino mostrar –y si sobre esta sentencia se ha levantado la mitad de la estética del arte contemporáneo-, no hay que olvidar que la otra mitad cabe apuntarle a algo más que a un simple señalar con el dedo: hay que mojarse, implicarse, cargar con el silencio de aquello que no puede quedar silenciado, con el horror de una época que parece hacer las paces con la injusticia y la insidia.

1 comentario:

  1. Javier Arcenillas14 de junio de 2011, 1:58

    Muchas gracias Javier, toda crítica es buena.
    Pero sinceramente, si te tengo que explicar la pantomima de la escena del crimen con un ploter de 2x2 es que no has entendido su proposito....
    Eso no es una instalación ni una obra de Arte es simplemente un chiste satirico que complementa las noticias de la sala contigua....
    Y esas querido amigo si que no son pantomimas....
    Al margen de ello, mil gracias por dedicarme estas lineas, tan necesarias como agradecidas.
    Un afectuoso saludo

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