domingo, 13 de marzo de 2011

GENEALOGÍA DE LA CONCIENCIA: ARTE Y ESPACIO PÚBLICO


MIRA BERNABÉU: “GENEALOGÍA DE LA CONSCIENCIA I, II Y III
GALERÍA FERNANDO PRADILLA: 27/01/11-19/03/11
(artículo publicado en 'Revista Claves de Arte':
http://blogeartemadrid.blogspot.com/2011/03/genealogia-de-la-conciencia-arte-y.html)

Si el arte se ha agarrado firmemente a las estrategias celebradas como “estéticas de la resistencia” es porque el arte –él mismo en su doblez, en su dialéctica destinación- parece haber pactado con el entramado económico-social encargado de investir identidad. Las industrias culturales, devenidas ahora gigantescas industrias del entretenimiento y del ocio cultural, han colisionado con los registros de la economía hipercapitalista y, lejos de avergonzarse de tan triste destino, parecen gozar, en su nueva condición de Gran Máquina productora de identidad, de una estupenda salud.

Así las cosas, ¿qué le queda al arte? Circunscrito a mendigar su triunfo en los regímenes de la hipervisibilidad circunscritos al capital, el arte pareciera haber encallado a manos de la espectacularización y la mercadotecnia. Sin embargo, el cambio de paradigma llevado a cabo por las prácticas artísticas en estos últimos años pareciera decirnos que el arte ya no está llamado a desplegar un campo de representación sino, más bien, de mediación: de comunicación.

Para ello, al tiempo que urge desconectar toda práctica artística de su, por decirlo así, apologética de la autonomía en pro de una mayor activación a la hora de constituirse como industria de lo simbólico, necesita, por decirlo con Brea, “encontrar en su espacio un diferendo crítico”: un entramado productivo que se incardine de lleno en una producción de identidades capaz de emerger con verdadero talante crítico de la abrumadora cotidianidad cifrada en el espectáculo circundante.
El cambio de función para el arte que Benjamin supo ver a raíz de la entrada en acción de la tecnología, se ha convertido ahora, en la era de la cibernética, en la razón de ser de un arte llamado a participar, de tú a tú con los regímenes disciplinarios de producción de subjetividades, en los proyectos de agenciamiento identitario.

Agrupadas en los títulos de "La Genealogía de la consciencia I, II y III”, las obras de Mira Bernabéu (Valencia, 1969) que se pueden ver hasta le próximo días 19 de marzo en la Galería Fernando Pradilla apuntan sin lugar a dudas a ese nuevo régimen estético de las prácticas culturales –en este caso el arte- llamado a bregar críticamente con los dispositivos de producción consensuados por el capital. Ya el título, la palabra genealogía, nos remite no ya a una construcción identitaria y estética, sino a un proceder más rizomático, en devenir constante, donde son los flujos de comunicación lo que daría a conformar un determinado subiectum.

Para la primera parte Bernabéu ha optado por simplemente retratar a colectivos para dar fe de la necesidad imperiosa que tiene la sociedad de crear espacios de sociabilidad y comunicación. En este sentido, si, según Habermas y otros muchos, la construcción de un verdadero espacio público es una tarea pendiente, el arte debería remitirse a las posibilidades fehacientes de construir dicho espacio.
En la segunda parte imagen y texto conviven para, simulando una conversación -política y polémica- entre tres personas, tensionar la teatralización de la mirada y la imagen para denunciar una impostura en la supuesta mediación entre ambas –entre imagen y texto. Unos discursos apenas apuntados, cuya misión no es en modo alguno erigirse en teoría omnipotente, van de la mano con unas imágenes donde la extrañeza y la impotencia que destilan parecen apuntar a la incapacidad de los todavía privilegiados discursos políticos de llenar el ideario ideológico de una comunidad que reniega ya de un tejido social y político donde unos escuchan y otros –siempre los mismos- hablan.

Por último, en la tercera serie, Bernabéu escenifica en el propio espacio público, en el cauce del Turia en Valencia, un espacio central de la ciudad. Los personajes, enmascarados muchos de ellos, se disponen en grupos para teatralizar las tensiones performativas que transitan en la construcción del propio espacio. La pretensión en este caso de Bernabéu parece ser pedagógica: “hace falta un teatro sin espectadores, en el que los concurrentes aprendan en lugar de quedar seducidos por las imágenes, en el que se conviertan en participantes activos en lugar de ser voyeurs pasivos”, dice Rancière, pensador sin duda muy cercano en este punto al artista.

Arrancar al espectador de su embrutecimiento en el espectáculo global, invitarle a afinar la mirada, a buscar un sentido en aquello que le lleva extrañarse, a ser ajeno hasta para sí mismo: las pautas aquí de Bernabéu parecen también seguir las sugerencias de Bertolt Brecht.

En última instancia, si como dice Debord –más en boga hoy que nunca- “la separación es el alfa y omega del espectáculo”, hacia donde apunta el trabajo de mira Bernabéu es a no dejarnos expropiar –alienar- a manos del espectáculo, sino a llenar mediante proceso performativos y de comunicación un espacio público comprendido como en construcción constante. Es decir, a romper toda separación y echar sobre nuestras propias espaldas la tarea de construirnos.

Por último, el propio Bernabéu ha comisionado una muestra que, baja el título de “Inmigrantas. Esa palabra no existe”, puede verse en el segundo espacio de la galería. Alejados de los tópicos tristones y decadentes de la vida del inmigrante, en este caso mujer, Bernabéu pone el acento en la otra cara de la moneda para reflexionar sobre las vivencias, los deseos y sueños del inmigrante. El propósito, aquí como en su propia obra, es el mismo: cambiar la mirada, la percepción, para descubrir potencialidades sometidas al régimen de lo hipervisual y, como no, dado por válido.

Jumana Emil Abboud, Monika Anselment, Pilar Beltrán, Pep Dardanyá, Paloma G. Doctor, Miguel Orts, Marta Soul y Anna Simone Wellinger, son los artistas seleccionados para tal propósito.

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