domingo, 26 de diciembre de 2010

COTIDIANEIDADES SIN HORIZONTE


ALFONSO BERRIDI: 'QUÉ HACEN Y QUIENES HACEN'
GALERÍA METTA: hasta 31/01/11

(artículo original publicado en 'Revista Claves de Arte':
http://www.revistaclavesdearte.com/critica/20883/Alfonso-Berridi-en-la-Galeria-Metta )

Bien podría decirse que la historia de la humanidad corre pareja a la historia de sus modos de representación. Y ésta, a su vez, queda ligada irreparablemente al lugar que el propio ser humano toma en relación a aquello que el rodea. De esta manera, no es nada descabellado decir que, al igual que el método científico ha sido de vital importancia para la imagen que el hombre se ha hecho de sí mismo, los modos y maneras de representarse dicen mucho de los momentos históricos por los que la humanidad ha ido atravesando.
En este sentido, es totalmente cierto que gran culpa del renacer del propio hombre tuvo en Giotto a uno de sus pilares básicos, al igual que, por ejemplo, cabe decir que Friedrich es de capital importancia para delinear las pulsiones románticas y vitales de principios de siglo XVIII, o que Piranesi supo intuir las paradojas de una razón que pretendía ser fundamentación última para el ser humano.
Autoconocimiento y líneas de fuga, racionalidad y línea del horizonte, subjetividad y profundidad de campo, son todas ellas síntesis fundamentales que atañen a la esencialidad propia del humano en cuanto seres eminentemente históricos.
Pero la línea de fuga se ha quebrado y la perspectiva ha quedado rota en una multiplicidad poliédrica de puntos de vista. La identidad de la episteme medieval que Foucault vio disuelta en el juego de la representación que suponía ‘Las Meninas’ -en cuanto no representar directamente aquello que se creía estar representando-, hoy en día ha quedado fagocitado en unos juegos de perspectivas que más que remitirnos a un ‘afuera’ y un ‘adentro’, nos remiten a un lugar desmembrado y fragmentado en su totalidad.
La obra de Alfonso Berridi (San Sebastián, 1958) incide precisamente en esta falta de horizonte para un hombre incapaz ya de hallar su lugar en el mundo. Si en sus anteriores trabajos ya jugaba con la extrañeza propia de los juegos de sombras, de lo anónimo en que parece haber encallado toda individualidad, en la presente exposición de la Galería Metta, y que se puede ver hasta el próximo día 31 de Enero, Berridi incide aún más en la teatralidad fantasmagórica de la vida moderna.
Asentados sobre el abismo de una línea que ya no supone ningún horizonte de sentido, sino más bien un laberinto cercano al derrumbe, grupos de personas parecen absortas en sus propios asuntos. Lo que en un principio parecía ser una fatua estetización del dibujo, pronto se resuelve en incómoda extrañeza, en siniestra familiaridad con esos grupúsculos de humanos. Y es que, recorriendo la sala, uno se percata de que las siluetas, aún en una falta de detalle que se resuelve en claustrofóbico anonimato, se repiten una y otra vez, y que, aquello de lo que se supone charlan, queda cada vez más sedimentado por capas de sinsentido y deshumanización.
La verdad que desvela la propuesta artística de Berridi supone una certera cuchillada en la fundamentación de nuestras ya de por sí débiles subjetividades: si, aún con todo, las figuras parecen concentradas serenamente en sus negocios, en su hojear y dialogar, la imagen invertida que nos devuelve nos interroga –y nos sentencia- de una forma apabullante. La extrañeza, el distanciamiento de estas figuras, viene a decirnos que, sin bien estos hombres parecen controlar sus vivencias –léase, sus mundos de sentido, sus posibilidades más existenciales- somos nosotros los que, irreversiblemente, hemos perdido el anclaje con el horizonte que nos contenía. Así y ahora, nos topamos cara a cara con la verdad más desnuda: asilamiento, incomunicación y anonimato son ahora nuestros existenciarios más propios.


¿Cómo entonces apelar a una nueva línea de horizonte?, ¿cómo entablar nuevas relaciones en nuestra diaria cotidianeidad sin perspectiva? Porque la necesidad de utopía, las condiciones de posibilidad del surgimiento de un nuevo ethos, pasan por la capacidad que tengamos de entablar nuevas relaciones entre las cosas, entre sus enunciados y el lenguaje.
Que la novedad que llegue a suponer el surgimiento de un nuevo régimen de relaciones se postule como nuestra salvación o como la más inocente de nuestras claudicaciones solo lo sabremos intentándolo. El propio Foucault predijo que bastaba que se generasen nuevas relaciones entre los saberes –saberes ya únicamente entre las palabras y las cosas- para que el hombre desapareciese “como en los límites del mar un rostro de arena”. Esta exposición, ese cosquilleo irrefrenable que supone ser expropiados de nuestra propia condición de seres humanos, íntimamente ligados a un horizonte de significación, nos dice que aún habita en nosotros la necesidad de comportarnos humanamente.

1 comentario:

  1. Sólo hacerle saber lo que me alegra haber dado con su blog...es más que interesante.

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